viernes, 4 de enero de 2008

Día 3 Entrada 1

"DALE CORRE PELOTUDO, CORRE!"

"BANCA QUE NO DOY MÁS CHABÓN, BANCAME!"

Nos frenamos medio segundo en la esquina de Santa Fe y Callao, y miramos la larga avenida que en su momento supo ser uno de los centros comerciales de la ciudad... estaba vacía, los autos desocupados desperdigados por la calle, las vidrieras de los negocios rotas, las confiterías fashion que solían estar atestadas de gente estaban desiertas.

Y pensar que solo habían pasado dos días... dos días puede ser TANTO tiempo...

Escuchamos un ruido a un costado.

"Viene de allá, de la izquierda" me dice Gonzalo Guglielmo, apuntando sobre Callao a un grupo de autos en formación errática sobre la calle.

Los dos sabemos que tenemos que correr, que es lo lógico... pero la curiosidad te puede. Querés saber si es algún amigo, si es alguno de esos que todavía estás buscando. Los que todavía no viste morir... ni revivir.

"Rajemos man... rajemos de acá"

Como siempre, él no me da bola.

"Pera... dale unos segundos. Puede ser alguien... vivo"

Esperamos... casi puedo sentir un reloj imaginario haciendo tic-tac-tic-tac. Cada segundo que pasa es un peligro en potencia. Si algo aprendí de las películas de zombies es eso. Todo puede pasar de calma a caos en menos de un minuto.

De repente se abre un requicio la puerta de uno de los autos que antes había señalado Gonzalo. Yo agarro con fuerza el tubo de acero de 50cm. que vengo acarreando hace ya medio día. Me pesa y me molesta tenerlo encima... pero es la única arma que pudimos conseguir. Gonzalo se acerca al auto.

"No seas pelotudo, no te acerques..."

"Puede ser alguien!"

"Alguien es seguro! Pero andá a saber cuán vivo está!"

Como siempre, no me da bola.

Se acerca a la puerta... las cosas pasan muy rápido cuando quieren.

La puerta se termina de abrir de golpe y en una milésima de segundo salta sobre Gonzalo. Él se lo trata de sacar de encima, pero no puede. Apuro los pocos metros hasta mi amigo y levanto la barra. Mido rápido el golpe para asegurarme de no pifiarle, y descargo.

Justo antes de alcanzar mi objetivo noto algo. No hay piel putrefacta, no hay olor, no hay gritos de demencia... no llego a frenar el golpe, pero sí a disminuir la fuerza lo suficiente como para que no sea mortal.

El golpe le da de lleno al desconocido en la nuca y cae hacia un costado. Gonzalo tarda un par de segundos en levantarse, todavía temblando un poco por el susto, nos quedamos los dos mirando al atacante... los dos la conocíamos. Era una chica del pellegrini, un par de años más chica... ahora desmayada en el piso.

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